hoje postarei aqui um artigo publicado pelo Emir Sader, um sociólogo e cientista político, e secretário executivo do Conselho Latinoamericano de Ciências Sociais. É um texto bastante interessante pois trata do Brasil em perspectivas, isto é, sua inserção num conceito internacional e seu devido papel nesse cenário. O texto é em Espanhol mas é de facil entendimento.
Espero que gostem e participem.
Yuri Antunes
Monitor da disciplina ''Economia Política e Direito'' da Faculdade de Direito da Universidade Federal Fluminense
Posneoliberalismo en Brasil
Las
referencias fundamentales para comprender el mundo contemporáneo son el
imperialismo y el capitalismo, sin los cuales nada resulta inteligible.
Así, evaluar a gobiernos y a fuerzas políticas significa, antes que
todo, evaluar la posición que tienen respecto a estas dos referencias.
Los
nuevos gobiernos latinoamericanos, que se volvieron mayoritarios en el
continente, deben ser considerados progresistas, porque desarrollan
procesos regionales de integración autónomos respecto a la hegemonía
norteamericana y, por otro lado, a contramano de los gobiernos
neoliberales que los han precedido, priorizan políticas sociales y no
ajustes fiscales, a la vez que desarrollan Estados que inducen el
crecimiento económico y garantizan derechos sociales, en lugar de
Estados mínimos.
En
el período histórico contemporáneo, los gobiernos y las fuerzas
políticas tienen que ser evaluados en esa óptica: en qué medida
reproducen o ayudan a superar el neoliberalismo, en qué medida
fortalecen o debilitan la hegemonía norteamericana. Muchos otros
aspectos pueden ser tomados en cuenta, pero lo central, lo determinante,
para evaluar gobiernos y fuerzas políticas son esos criterios.
Gobiernos
latinoamericanos como los de México, Chile, Colombia, Panamá, entre
otros, por ejemplo, reproducen el modelo neoliberal y, a la vez, son
aliados fieles del gobierno norteamericano, representando uno de los
polos del campo político latinoamericano.
Por
otra parte, los gobiernos progresistas tienen una postura de
independencia y soberanía en sus políticas externas, constituyendo un
bloque de gobiernos que resisten a la influencia norteamericana en la
región. En el marco interno, han reaccionado frente a los gobiernos
neoliberales, disminuyendo el principal problema latinoamericano, la
desigualdad.
Por
eso son gobiernos progresistas, antineoliberales, y trabajan por un
mundo multipolar, debilitando la hegemonía norteamericana en el mundo.
Sus rasgos centrales tocan en los factores decisivos de la hegemonía
imperial norteamericana y en los elementos centrales del modelo
neoliberal: la centralidad del mercado, el Estado mínimo y los Tratados
de Libre Comercio con Estados Unidos.
Esos
gobiernos tienen que enfrentar la herencia de graves retrocesos que
sufrió América Latina, como consecuencia de las trasformaciones
igualmente regresivas que se dieron en escala mundial. En este plan, se
pasó de un mundo bipolar a un mundo unipolar, bajo hegemonía imperial
norteamericana. Se pasó de un ciclo largo expansivo del capitalismo a un
ciclo largo recesivo. De la hegemonía de un modelo regulador o
keynesiano o de bienestar social – o como se lo quiera denominar– a la
hegemonía de un modelo de mercado, de un modelo liberal.
América
Latina sufrió los reflejos de esas trasformaciones bajo formas
específicas, pero no menos duras. Primero fue la crisis de la deuda, que
cerró el más largo ciclo de expansión de las economías
latinoamericanas, que venía desde los años 1930. En segundo lugar,
dictaduras militares que han roto la capacidad de resistencia en algunos
de los países más importantes del continente –Brasil, Chile, Uruguay,
Argentina–. En tercer lugar, gobiernos neoliberales, fenómeno que
convirtió a América Latina en la región con el mayor número de gobiernos
con ese carácter y en sus modalidades más radicales.
El nuevo rol de Brasil
El
gobierno brasileño de Lula fue el segundo en ser elegido, en 2002,
después de Hugo Chávez, y se inició con una postura que fue fundamental
para el futuro de América Latina; recogiendo las manifestaciones en
contra Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), el gobierno
brasileño bloqueó su concreción, abriendo espacio para el
fortalecimiento y expansión de los procesos de integración regional.
Brasil empezaba a redefinir su lugar en el plano internacional, saliendo
de la tradicional situación subordinada a los Estados Unidos, adoptando
una posición soberana, independiente, lo cual fue decisivo para cambiar
la correlación de fuerzas en el continente y para generar el
aislamiento de Estados Unidos en la región.
Paralelamente,
el gobierno Lula definió la prioridad de las políticas sociales, en
lugar del ajuste fiscal, lo cual le permitió, aun bajo duros ataques de
la derecha, conquistar gran popularidad, superar esa ofensiva,
consolidar su liderazgo y elegir su sucesora. Todo ello fue posible
porque Brasil –el país más desigual del continente y del mundo– por
primera vez disminuyó la desigualdad, la pobreza y la miseria.
Con
el gran apoyo popular logrado, Lula impuso varias derrotas a la
derecha. Aun teniendo prácticamente toda la prensa en contra suyo, Lula
logró reelegirse y elegir su sucesora, Dilma Rousseff, como presidente
de Brasil.
Sin
embargo, ese proceso no se da de manera lineal, ni ha logrado superar
los principales escollos para consolidar lo conquistado y seguir
avanzando. Los avances en Brasil se llevaron a cabo en las líneas de
menor resistencia de las relaciones de poder existente.
El
gobierno posneoliberal en Brasil avanzó inicialmente en dos líneas de
mayor debilidad del neoliberalismo: las prioridades de las políticas
sociales, a través de un agregado de programas –como bolsa familia, luz
para todos, mi casa mi vida, micro créditos, entre otros–; pero el que
más efectos sociales tiene ha sido el aumento continuo de los sueldos y
de los empleos formales. Y los proyectos de integración regional,
partiendo del Mercosur, ampliando ese proceso hacia Unasur, el Consejo
Suramericano de Defensa, el Banco del Sur, la Comunidad de Estados
Latinoamericanos.
Frente
a la crisis del 2008, quedó claro que había una tercera dimensión en la
diferenciación del gobierno brasileño respecto al neoliberalismo: el
rol del Estado, que pasó a ser instrumento esencial para políticas
anticíclicas de resistencia a la recesión internacional. En lugar del
Estado mínimo, se impuso un Estado inductor del crecimiento económico y
garantía de la afirmación de los derechos sociales.
La
economía brasileña salió de la larga recesión que Lula había heredado
de Cardoso, por primera vez disminuyó la desigualdad social, Brasil pasó
a tener protagonismo internacional, en el plano regional y en los
intercambios Sur-Sur.
Esas
grandes transformaciones en la sociedad y en el Estado brasileño se han
hecho en el marco de las regresiones apuntadas anteriormente. Algunos
de estos avances han sido recuperación de la capacidad de acción del
Estado, la recuperación de los niveles de formalización del mercado de
trabajo, el rescate de las múltiples formas de fragmentación social.
Pese
a estos avances, que determinaron que un gobierno como el de Lula
alcance el mayor apoyo que gobierno alguno haya tenido, aun con los
grandes medios en su contra, no hubo transformaciones estructurales en
aspectos determinantes en la sociedad brasileña.
Los desafíos
La
coyuntura actual plantea con claridad justamente los tres más
importantes temas pendientes en Brasil, para que la superación del
neoliberalismo adquiera un carácter irreversible. Por una parte, Dilma
Rousseff desarrolla una fuerte ofensiva contra lo que fue una marca
negativa distintiva de Brasil: la tasa de interés más alta del mundo.
Si
ese ya era un problema que frenaba el ritmo de desarrollo de la
economía brasileña, se ha vuelto aún más grave cuando las grandes
potencias del centro del capitalismo, frente a la crisis que viven,
promueven formas de proteccionismo cambiario, devaluando sus monedas y
aumentando así su competitividad, arrojando, además, dinero al mercado
para socorrer a sus economías en crisis, capitales que llenan las
economías periféricas. Brasil es víctima privilegiada de estas
políticas, por su alta tasa de interés.
El
gobierno pasó a usar fuertemente los bancos públicos para presionar la
baja de las tasas de interés, con resistencia inicial de los bancos
privados, hasta que tuvieron que ceder, acompañando la baja. Pero el
enfrentamiento se planteó claramente, con la Presidenta de Brasil
reiterando un discurso duro en contra del capital especulativo y
logrando el aislamiento de los bancos.
Paralelamente,
la gran bancada parlamentaria vinculada a los agronegocios aprobó una
reforma profundamente regresiva en el Código Forestal, contando con los
votos de la derecha, de aliados de centro del gobierno e incluso de un
partido de izquierda (PC do B). Dilma, cuando se acerca la reunión de
Río+20, va a vetar por lo menos algunas partes de la ley, especialmente
en la que se decreta amnistía para quienes han deforestado.
Dilma
choca así con dos de los sectores que se han constituido en los mayores
obstáculos a la implementación de un modelo de ruptura con el modelo
neoliberal. El tercero es el monopolio privado de medios de
comunicación. Estos pasaron a estar bajo ataque, no por iniciativa del
gobierno, sino por una investigación parlamentaria que involucra medios
de la prensa privada –toda ella opositora– con casos de flagrante
corrupción. Ello pone a la mídia privada a la defensiva y bajo
acusación, mientras que hasta aquí han estado en la ofensiva en las
denuncias en contra del gobierno.
De
la resolución de esos conflictos dependerá en buena medida la evolución
posterior del gobierno brasileño. Además, se discute este año en el
Congreso brasileño el tema del financiamiento público de las campanas
electorales, que tiene dificultades para ser aprobado, pero sin el cual
se vuelve casi imposible un cambio popular en la composición del
Parlamento. Asimismo, en las elecciones municipales se juega la
continuidad o no de la derecha en la dirección de la principal ciudad
del país –Sao Paulo– en donde precisamente el candidato derrotado en las
elecciones presidenciales –José Serra– es, hasta ahora, el favorito
para triunfar, pero que encuentra un eventual obstáculo en el empeño de
Lula de hacer campaña activa a favor del joven ex-Ministro de Educación,
Fernando Haddad.
Este texto es parte de la revista “América Latina en Movimiento”, No 475, correspondiente a mayo de 2012 y que trata sobre "América Latina: Las izquierdas en las transiciones políticas” disponible en http://alainet.org/publica/475.phtml